No os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará. Porque el que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. (Gálatas 6:7-8)
No podemos alejarnos del principio de que cosecharemos lo que sembramos. Si sembramos buena semilla, anticipamos una gran cosecha. Pero si sembramos cizaña, no cosecharemos nada diferente de lo que sembramos. Lo mismo ocurre en el plano espiritual y en el práctico. Si queremos una recompensa en el cielo, debemos vivir para Cristo. Por otro lado, si mentimos, engañamos, juramos, robamos, nos emborrachamos, consumimos drogas o satisfacemos los deseos de la carne, la realidad es que pagaremos las consecuencias tanto ahora como en la eternidad. Por mucho que la sociedad intente convencernos de lo contrario, esta ley ha demostrado ser cierta sin fallar.
Esta es la brillante verdad que nos presenta este pequeño libro - si sembramos buena semilla, recogeremos una gran cosecha. Aunque la siembra y el cuidado de la semilla sembrada no están exentos de trabajo, la promesa de una gran cosecha es lo que nos hace seguir adelante y lo que da alegría a nuestras labores. Puedes tener la seguridad de que no es en vano dedicar mucho tiempo a podar, limpiar y vigilar cuidadosamente el jardín de tu corazón y el de tus seres queridos.